domingo, 29 de noviembre de 2015

El misterio de la Luna

“Los fluidos que contiene nuestro cuerpo son una réplica perfecta del antiguo mar. Aun llevamos ese océano dentro de nosotros, atrapado para siempre como un fósil viviente”

Lyall Watson (Antropólogo británico)
  
La Luna ha cautivado la fascinación de todas las ancestrales culturas que han poblado nuestro mundo. A ella le atribuyeron esas gentes unos rasgos muy particulares, que merecen la pena ser estudiados. Aunque existen diversas teorías acerca del origen de la Luna, más o menos coherentes, nuestra postura seguirá siendo más afín con la visión, que a este respecto, nos ofrecen las tradiciones primitivas. Pues detrás de la aparente sencillez de las cosmogonías de algunas de esas culturas, se esconde una sabiduría de enorme precisión y amplitud, como tendremos ocasión de ver.
Para los antiguos, Selene (nombre griego dado a la Luna) era considerada la Madre de la Tierra. En otras latitudes se viene a decir lo mismo, pero con otras palabras, al indicar que Selene es nuestra Abuela. Ya que la Tierra es nuestra Magna Mater, o Dea Syria, como dirían otros, entonces los seres humanos, según esas tradiciones, somos los nietos de Selene. Si la Tierra es la Hija, la Luna es la Madre. Así de sencillos eran ellos. Pero, ¿a qué se debe este antiguo empeño en querer emparentarnos con ella? ¿Qué cosa sabían o intuían aquellas gentes y que ahora ya hemos olvidado? Veamos.

Parece ser, y es una idea bastante extendida en esos mitos, que en un anterior ciclo cósmico (mahamvantara), Selene atesoró vida en abundancia en su superficie. Y en esto no debe existir sorpresa, puesto que, si los recientes hallazgos en Marte apuntan a una más que probable presencia de vida allí, ¿porque habría de ser diferente con Selene? La cuestión es, que finalizado ese ciclo cósmico, le tocó el turno a la Tierra ser portadora de vida orgánica. Pero aun hay más. El Principio Vital, el Anima Mundi, es decir, aquello que propicia la existencia de vida en un mundo, se trasladó de la Luna a la Tierra. La Luna-Madre, al exhalar su último aliento, transfirió a su hija, la Tierra, todos sus poderes vitales, lo que explicaría la atracción familiar que ejerce Selene sobre nosotros y su más que demostrada influencia sobre toda forma de vida terrestre. Y es de esa manera como quedó íntimamente ligada a nuestras vidas, para bien o para mal. De la misma forma que el recién nacido, al hallarse vinculado etéricamente a la madre, necesita de ese contacto sutil con la fuente de su vida, así debemos considerar la relación entre nosotros y la Luna. Al menos así lo veían los pueblos primitivos que la adoraron. Y sus razones tenían para ello.

Otra apreciación curiosa que nos será útil más adelante, es el hecho de asociar la Luna y la Liebre que hacen en algunos lugares como el Tíbet, China, Ceilán, África o las tribus indígenas de América del Norte. Para los antiguos aztecas, la Liebre representaba a la Tierra y eso ya nos dice mucho. El Conejo de Pascua parece ofrecernos pistas sobre esto y más si tenemos en cuenta que se trata esta de una festividad relacionada con la Luna, desde la más remota antigüedad, incluso antes de que el cristianismo la adoptara como propia. Y es que la Pascua se conecta con la resurrección del Hombre-Luna o Héroe Luna. Aquí tenemos la pista que queríamos ahora, aunque la dejaremos para más tarde.

¿Cómo nos influye la Luna? 

Es sabido, sobre todo entre agricultores y pescadores, que la influencia lunar es una verdad irrebatible. Las gentes del mar son conscientes de que en Luna Llena la pesca es más abundante, ya que los peces ascienden más a la superficie atraídos por esta influencia. De la misma forma, ellos conocen el hecho de que la pleamar y la bajamar están reguladas por la Luna. En el campo sucede algo similar. En Luna Creciente o Llena, la savia de las plantas y los árboles asciende de las raíces a las ramas, indicando el momento idóneo para la poda, siembra o recolección de sus frutos. La madera utilizada en muchas antiguas construcciones y que mantiene intacta su capacidad portante, debe este hecho haber sido cortada, como suele decirse, “en buena Luna”. 

No obstante, esta sabiduría popular, que en ocasiones es un prodigio de vida saludable y natural, no profundiza mucho más en la repercusión sutil que esta influencia lunar ejerce sobre las personas. Y a ello vamos. 

La Luna, en su rotación alrededor de la Tierra, se encarga de atraer y repeler el magnetismo terrestre. Sabiendo que la Tierra es como un inmenso imán con dos polos, uno positivo y otro negativo, y que posee, por tanto, un campo electromagnético que une ambos polos, ocurre que ella refleja, por ser ya un cadáver, toda la energía que proviene del Sol, enviándola, como si de un espejo se tratara, a la superficie de nuestro planeta. Dependiendo de la ubicación de los polos terrestres, respecto a la Luna, se recibirá mayor o menor cantidad de energía solar, influyendo de manera muy diferente en cada caso y acabamos de ver algunos ejemplos de ello. De la misma forma que ejerce sobre las mareas un notable efecto atrayente, así ocurre con el ser humano. Ya que nuestro organismo está compuesto de un 80 % de fluidos corporales, estos responden de idéntica manera a como lo hacen la savia o las mareas. De hecho, se reconoce que determinadas intervenciones quirúrgicas deben evitarse durante la fase de Luna Llena, debido al peligro de hemorragias post-operatorias, ya que las heridas sangran más de lo normal y tardan en cicatrizar. El plenilunio también afecta a la gente en forma de “mareas emocionales”, causantes de alteraciones de conducta que, en ocasiones, pueden llegar a ser importantes. 

Porque está comprobado que durante esta fase, aumenta el porcentaje de suicidios y asesinatos. Selene dirige la concepción de toda criatura y ajusta la procreación de todo lo viviente. En Luna Llena los partos son más fáciles y frecuentes. Se le asoció en la Antigüedad con lo Femenino, en parte por esta cualidad fertilizadora y fecundadora, pues ella es la que regula los ciclos menstruales en las mujeres. La ausencia de la influencia lunar, ocasionaría el colapso de todo el sistema vital de la Tierra. Sin embargo, igual como ella produce las olas que se acercan y se alejan de las costas a merced de las corrientes marinas, así ocurre con nuestros pensamientos y emociones, que cambian de dirección, fuerza y determinación, en función de cual sea la fase lunar y demás influencias astrológicas que dominen en ese momento.

Ocupémonos ahora de la repercusión psíquica, que sobre nosotros, ejerce este enigmático satélite. Ya hemos visto, que en cada una de sus fases: Nueva, Cuarto Creciente, Llena y Cuarto Menguante, la cantidad de energía que incide sobre nosotros es muy diferente. En realidad, estas cuatro fases de la Luna son las que ponen en actividad toda la mecánica terrestre. Plantas, animales y personas vivimos al son de esos ritmos lunares. 

Debido a esto, actúa Selene como un gigantesco reloj de péndulo, acrecentando y disminuyendo, de forma cíclica, nuestro estado de ánimo. Y he aquí lo verdaderamente importante. Todos sabemos que la Luna siempre muestra el mismo rostro, manteniendo el otro ajeno a nuestras miradas. De la misma forma, todos tenemos una cara visible de nuestra psicología que manifestamos diariamente, pero también una parte subconsciente que permanece oculta la mayor parte del tiempo. Por estar oculta y escapar al común conocimiento de las gentes, este subconsciente lunar viene a regirse con esas fases que hemos visto. Al desconocer esa psicología oculta del ser humano, es difícil observar de qué forma afectan las fases lunares, favoreciendo la aparición de inconscientes cambios de humor, depresiones, euforias, agresividad, etc.

Vayamos aclarando cosas. Que la influencia lunar actúa sobre nosotros es algo inevitable. Ahora bien, no será lo mismo que esto ocurra ajeno a nuestra voluntad, sin que sepamos que esto es así, que haciendo un uso inteligente de esas influencias. Esto último es lo que hacían las gentes que elevaron a Selene a la categoría de Diosa.

Al hacer un estudio profundo de las civilizaciones pasadas, nos damos cuenta de que muchas de ellas consiguieron un equilibrio perfecto entre lo de arriba y lo de abajo, entre lo de adentro y lo de afuera, lo que les aseguró una larga duración en el tiempo. Son las civilizaciones solares. Cuando esta sabiduría empezó a declinar. Cuando se menospreciaron las fuerzas cósmicas que regulan nuestra actividad hormonal, la humanidad cayó cada vez más en un estado caótico, alejado de lo espiritual y en un total olvido de sí misma, que acorta y enturbia su paso por la historia. Son las civilizaciones lunares. En otras palabras, mientras que una sociedad, como la nuestra actual, oscile dormida al ritmo de la Luna, no hay por qué sentirse molestos cuando afirmamos que es una sociedad de personas lunáticas. Esta expresión no se refiere, para nada, a los enfermos mentales, sino a las personas que, en su sano juicio, padecen alteraciones esporádicas en su equilibrio psíquico.

¿Qué hacer para vivir de acuerdo a la Luna?

Como hemos mencionado hace un momento, existían gentes en el pasado capaces de armonizar sus vidas con los ciclos lunares. Si hemos dicho que la Luna es un gran péndulo que, en su oscilar, altera nuestro organismo y, por tanto, nuestra psicología, no es menos cierto que un conocimiento exhaustivo de sí mismo, permitirá utilizar en beneficio propio las influencias selénicas. Lo que quiere decir, que ese cuarto trastero que es nuestro subconsciente,  deberá ser limpiado a fondo de viejos traumas, escondidos rencores, olvidadas frustraciones y demás desagradables invitados, que cada cierto tiempo y aunque no queramos, nos vienen a visitar. Este es un trabajo esencialmente psicológico y representaría el proceso paulatino de iluminar la cara oculta de nuestra Luna psicológica.

Retomando donde dejamos esta cuestión, habíamos dicho que las civilizaciones antiguas divinizaron a la Luna, pero eso sí, remarcando tres aspectos principales. Por una parte, atribuyeron a la Diosa Selene (Plenilunio), los poderes creadores que ya antes se comentaron; por otra, a la Diosa Hékate (Novilunio o fase oscura), como la destructora y portadora de la muerte; y a la Diosa Artemisa (Cuarto Creciente), como punto de transición entre ambas. Pero, se pensará, ¿cómo se puede, al mismo tiempo, representar cosas tan opuestas entre sí? 


Pues porque necesariamente, nuestro subconsciente, donde habitan esos desagradables inquilinos, deberá dejar de serlo, es decir, volverse consciente, para que nazca en nosotros la Luz de la Conciencia. O sea, que para que algo nazca, algo deberá dejar de existir. “Sólo con la muerte adviene lo nuevo”, nos indica un querido sabio. Por eso, las gentes del pasado vieron en las fases lunares, una perfecta representación de ese proceso de despertar.

Dando una vuelta de rosca a esta cuestión, observamos que en muchos grabados medievales donde se representa a la Diosa Luna en Cuarto Creciente (media Luna), se hace así precisamente para indicar lo que estábamos describiendo, volver lo inconsciente (en penumbra), en consciente (en brillante plenitud). Ahora bien, ¿porqué femenina?, se preguntará. A largo de la historia, las grandes civilizaciones han considerado a la mujer como uno de los pilares básicos en el desarrollo espiritual y humano. En todos los pueblos estuvo presente la mujer como sacerdotisa del Templo de la Diosa y como Principio Creador. De hecho, las dos columnas sobre las cuales se asienta toda la Creación son el Hombre y la Mujer, el Sol y la Luna, la Fuerza Positiva y la Negativa. La Diosa Luna, la Diosa Madre, es la deidad de las mujeres por excelencia. Ella les otorga el don de la fertilidad, de la gestación, de la vida en su interior. La Diosa Madre es el principal refugio de las mujeres, ya desde la antigüedad, tanto en la vida espiritual como física.

Así pues, solamente el Aspecto Femenino, que fertiliza y da a Luz, es capaz de elevarnos espiritualmente. Hablando claro, sólo retornando al regazo de la Diosa, la suya (de usted) individual y particular, y que dejamos olvidada en algún momento de nuestro pasado, podremos dejar de ser personas lunáticas, para convertirnos en personas solares, quienes así lo deseen. Entendemos ahora cómo nuestros predecesores nos hacen ver, que con mucho, sabían vivir más que nosotros. Y debe ser esta una lección de humildad, la de dejar de considerarlos como gentes supersticiosas y temerosas de lo que no conocían, para rendirnos a la evidencia de que eran grandes maestros de la vida.

Psicología Lunar y Psicología Solar

Habiendo comentado la necesidad de conocer en profundidad ese lado oculto de nuestra propia psicología, aquello que conocemos como subconsciente, donde se albergan todas esas reacciones, temores y antipatías, que tanto nos disgusta que afloren a la superficie, es evidente que la opción no es otra que plantarles cara a esos elementos. No hace falta repetir lo dicho otras veces. Para vencer a ese enemigo habrá primero que vigilar y conocer sus pasos. Cómo, cuándo, dónde y porqué se repiten esas reacciones, es de obligado conocimiento si se desea un verdadero crecimiento.

La opinión que cada cual tiene de sí mismo, está forjada a partir de la parte visible que conocemos. Ahora bien, cuando por determinadas razones, sean las que sean, experimentamos comportamientos nuestros que nos sorprenden, por desconocerlos, salta a la vista que esa auto-imagen no es exacta. Como define el poeta florentino Dante Alighieri, “garras y aletas horribles, dientes, pezuñas, monstruosidades y monstruos”, habitan en ese lado oculto que no vemos de nosotros mismos.

Una persona cualquiera, incapaz de mentir y que se considera a sí misma un ejemplo de honradez, va y resulta que se ofende cuando la tachan de mentirosa. ¿Porque? ¿Qué cosa provoca dicha ofensa, si la persona está bien convencida de que es honrada? Pues, en realidad, es muy posible que en algún rincón de ella misma, exista el defecto de la mentira y que sólo necesita la circunstancia adecuada que la justifique. Eso es lo que le molesta. Con lo cual esa auto-imagen de honradez se viene abajo como un castillo de naipes. Sin embargo, seguirá convencida de su intachable actitud. Ejemplos como este, los hay a cientos, en las vidas de todas y cada una de las personas que respiran todos los días. Por tanto, el estudio destinado a observar esos desagradables comportamientos de nosotros mismos, constituye una tarea, en nuestra opinión, de enorme importancia.

Cuando la fase lunar “tira” hacia la derecha, nosotros vamos hacia la derecha. Cuando ella lo hace hacia la izquierda, nosotros así lo hacemos. Y así transcurren nuestras vidas. Cuando uno se halla pletórico en una fase, con pensamientos y emociones positivas y emprendedoras, no piensa que va a estar más melancólico, con actitudes pesimistas y sombrías, en la siguiente fase. Simplemente se deja llevar. Y una buena pregunta sería, ¿qué hacer para no ser arrastrado por la Luna? ¿O mejor dicho, cómo dejar de ser personas lunares? La respuesta a estas preguntas la han ofrecido hasta la saciedad, los Grandes Maestros de la Humanidad, sin que la tendencia mayoritaria haya variado notablemente. Ellos dijeron y repitieron aquello de: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a sus Dioses”, cada uno a su manera y estilo. Pero las gentes hicieron oídos sordos a este sabio aviso. Como Endimión, que en la mitología clásica, permanece dormido mientras Selene lo visita cada noche, así parece que prefieren la inmensa mayoría de personas, proseguir sus vidas.

Y ahora sucede que vemos una televisión mostrando diariamente, terribles casos de violencia doméstica y nadie sabe con certeza porqué suceden. El ser humano se ha metido a sí mismo en una espiral de violencia, barbarie y degeneración, que parece no tener límites. Cada día se asignan más bajas laborales por depresión y desconociendo sus causas, son atribuidas al estrés. Ese mismo estrés que no es otra cosa, que el resultado del alejamiento de las verdaderas necesidades y obligaciones para con uno mismo. Los matrimonios duran una exhalación y no existe una preocupación a nivel general de las causas de este problema. Simplemente nos dejamos llevar. Puede que esté pensando que tiene que ver todo esto con el tema de hoy. Si llega a hacerse esta pregunta, le rogamos lea nueva y detenidamente todo el artículo.

Las influencias cósmicas conducen al dormido ser humano, a las guerras, al maltrato, al delito, etc., sin que se pregunte a sí mismo qué hacer para despertar de ese sueño selénico. El problema no reside en dichas influencias, pues ellas cumplen su propósito de acuerdo a las leyes de la Naturaleza. La cuestión está, como hemos visto, en la falta de dominio del pobre hombre dormido, sobre sus reacciones, impulsos y estados psicológicos. Otra cosa diferente sería poder utilizar las fuerzas lunares y cósmicas para emprender proyectos, negocios, curas, abandono de vicios como el tabaco, etc. En definitiva, aprender a vivir con plenitud, en armonía entre lo de arriba y lo de abajo. 

Muchas cosas cambiarían, en el futuro, si nuestros jóvenes de ahora supieran convivir conscientemente con sus instintos y emociones.

Partimos de la base de una psicología lunar, con la Diosa Hékate indicándonos su potestad sobre la muerte. Aquí la muerte (psicológica) se convierte en nuestra mejor aliada para ir desterrando, de dentro de cada persona, todas esas trabas que nos impiden alcanzar esa felicidad y paz interior tan deseada por todos, aunque no se atrevan a reconocerlo. La tendencia general a considerar la muerte como algo a temer, impide comprender esta enseñanza que los mitos nos insinúan con insistencia. Pero este tema merece ser tratado ampliamente en otra ocasión. A medida que la persona vaya teniendo éxito en esta tarea, que no es poca cosa, encontrará dentro de sí, un equilibrio más sólido y más difícil de manipular. Y ya estamos en los dominios de la Diosa Artemisa. Ella nos guiará, al menos así parecen mostrarlo los mitos, en ese camino hacía la Luz, en ese camino hacia Selene. El abandono de los hábitos que uno realiza de forma mecánica, repetitiva, todos los días, constituye una tarea iluminadora, que hará de nosotros personas más conscientes de nuestros actos. Acciones muy simples y cotidianas, conducir el coche y llegar al destino sin saber muy bien cómo, o andar por casa de una forma memorizada sin prestar atención a cada instante que se sucede, indican que existe tendencia a relajar nuestra atención, dejando esa función a los recuerdos en la memoria. Esos mismos recuerdos que impiden, en muchas ocasiones, distinguir lo que ha sido un recuerdo o fantasía, de una vivencia real.

Cuando vuelva usted a mirar a la Reina de la Noche, hágase la pregunta siguiente: ¿cuántas cosas hay en el mundo que ni remotamente suponemos, porque nos negamos a reconocer la existencia de aquello que no vemos? Es lo que ocurre con nosotros. Nos acostumbramos a creer de nosotros mismos, solamente lo que conocemos, o creemos que conocemos. Y seguirá siendo así mientras no nos demos la oportunidad de conocer aspectos desconocidos de nosotros mismos, que no harán otra cosa que enriquecernos. En fin, que es decisión de cada cual desear despertar de ese sueño selénico que nos convierte en peleles de las fuerzas cósmicas, o aspirar a ser Héroes Lunares que hacen de sus vidas un continuo ciclo renaciendo para sí mismos como el ave Fénix, desde la fase oscura, la que se interpone entre la Tierra y el Sol, o lo que es lo mismo, entre lo material y lo espiritual, a la brillante y luminosa.